Cocinar al aire libre es una de las experiencias más auténticas que puedes vivir cuando estás en plena naturaleza. Ya sea que estés acampando o enfrentando una situación de supervivencia, aprender a usar los recursos que la naturaleza te ofrece para preparar tu comida no solo es útil, sino también muy satisfactorio. En Sandiario, te compartiré algunos métodos sencillos y efectivos para cocinar sin depender de herramientas convencionales, aprovechando todo lo que la naturaleza te proporciona. ¡Así que prepara tu imaginación y tus ganas de aventura, porque la cocina al aire libre puede ser más deliciosa de lo que imaginas!
Sólo el trabajo duro trae comida. Lo mismo pasa con la supervivencia en la naturaleza.
En este artículo vas a aprender a procesar y almacenar alimentos tan resistentes como una hormiga.
La supervivencia es lo primero cuando estás en la naturaleza. Ahora, repasemos lo básico sobre la alimentación: debes dejar de lado el hábito de ser selectivo con lo que comes.
A veces, para sobrevivir, tienes que comer cosas que no son agradables.
Los alimentos que encuentras en la naturaleza no cumplen con los estándares de calidad ISO9002, y los "nutricionistas" pueden decir que no cumplen con los requisitos de nutrición y salud. Pero cuando te falta comida, tienes que olvidarte de esos llamados "estándares nutricionales". Mientras tengas carbohidratos, vitaminas y proteínas, puedes sobrevivir. Desde este punto de vista, el nivel de vida de la gente en realidad no es tan alto como creemos.
Mientras haya fuego, cocinar no es un problema. Lo que sí lo es, es tener lo que necesitas para hacerlo. Por ejemplo, ¿tienes una olla? ¿Condimentos? ¿Suficiente agua? Todo esto va a influir en el sabor de la comida, y como sabes, el sabor impacta directamente en tu apetito.
Aunque hemos dicho una y otra vez que no debes ser tan exigente con lo que comes, cuando nos encontramos con insectos o cadáveres de animales que encontramos por suerte, ¿cuántos de nosotros seríamos capaces de tragarlos sin pensarlo, como si fuéramos soldados de las fuerzas especiales, y luego disfrutar del "placer" de los insectos moviéndose en nuestro estómago, aguantando todo para convertirlos en energía? Muchos programas de supervivencia muestran a personas comiendo con gusto, pero eso es más parte del show que de la realidad. La mayoría de las personas no tienen la habilidad de hacer eso. Lo que realmente importa es que los alimentos te den energía. Un insecto gordo no te va a dar más que unas pocas calorías, pero si comerlo crudo te provoca vómitos, calambres o hasta diarrea, lo que es aún más peligroso, perderás más energía de la que ganaste. Lo mejor es que lo recojas y lo cocines a fuego, a menos que ya estés en una situación tan desesperada que no haya otra opción.
Sería ideal si pudieras cocinar la comida en el campo y agregarle algún condimento. En teoría suena fácil, pero en la práctica hay muchas cosas que hacer. Pero créeme, ¡un picnic bien preparado vale mucho la pena!
Cocinar al aire libre no es muy diferente a hacerlo en casa, pero por las limitaciones del entorno, los métodos más comunes son hervir, guisar, cocinar al vapor, asar y cocinar a fuego lento.
Todos los alimentos se pueden cocinar y comer. Normalmente, solo usamos sal, pero no aceite. Cómo sacarle el máximo provecho a este único condimento es toda una ciencia. Y aunque la teoría es simple, su aplicación depende de cada persona.
Los tallos y las hojas de la mayoría de las plantas se hierven. Las plantas más tiernas se pueden cocinar de una vez y agregarles un poco de sal. Sin embargo, para cuidar tu estómago, es mejor agregar un paso: blanquearlas, es decir, cocinarlas en agua hirviendo durante unos minutos. Esto es especialmente importante para los tallos y hojas más viejos, ya que el blanqueado elimina el amargor. Después de esto, escúrrelas, ponles más agua para cubrirlas y cocínalas a fuego lento unos minutos, luego agrégales un poco de sal. El blanqueo generalmente puede calmar la sed, así que no lo desperdicies si no tienes suficiente agua. Si no tienes suficiente agua, simplemente escúrrelas después de blanquearlas, mézclalas con un poco de sal y cómelas frías.
El salteado se ve muy bien, pero no sé cuántos aguantarían comer las hojas negras y sin rastro de aceite. Piensa en eso cuando consigas algo de aceite.
La carne también se puede cocinar y comer. Si quieres quitarle el olor a pescado, solo agrégale un poquito de sal mientras la cocinas. Pero no te pases, ponle más sal solo cuando ya esté cocida.
Recuerda, no desperdicies la sopa. Aunque tengas agua de sobra, la sal siempre será un recurso limitado. Sería una pena tirar la sopa que no lograste terminar. Así que, cuando cocines verduras o carne, solo agrega suficiente agua para cubrir la comida, no es necesario echarle de más.
Guisar y asar son métodos muy comunes de cocinar en la naturaleza, y son de los más convenientes y rápidos. Tostar los tallos y hojas de las plantas no es lo mejor, pero en situaciones extremas es aceptable.
Obviamente, los insectos no son ideales para cocinar. Me pregunto cuántos de nosotros seríamos capaces de disfrutar de insectos muertos flotando en el agua. Para prepararlos, quita las alas, la cabeza y las patas, ensártalos en brochetas y ásalos al fuego hasta que la piel se ponga ligeramente amarilla y huela rico. Para los insectos que no puedes ensartar, como los caracoles, grillos o hormigas, puedes usar una pala de ingeniero como sartén para asarlos.
Las lagartijas pequeñas se pueden ensartar y asar directamente, pero las grandes necesitan que les quites los órganos internos. Asalas hasta que la piel se rompa y tome un color amarillento; el sabor será buenísimo.
Las brasas y cenizas del fuego son perfectas para cocinar a fuego lento. Los rizomas de las plantas huelen muy bien después de ser guisados, y los insectos grandes también se pueden guisar y comer. Aunque parezca sucio, sabe muy bien.
La carne guisada puede ser difícil de aceptar, pero hay formas de mejorarla. Busca hojas grandes que no huelan, como las de plátano o plantas de jengibre, y envuelve la carne en ellas. Luego entiérrala en las brasas restantes. Asegúrate de ponerle un poco de sal o incluso sangre animal en la superficie para eliminar el olor a pescado, especialmente en aves o pescados muy olorosos.
Otra forma de cocinar es envolver la carne en arcilla inodora, con una capa de unos 5 cm de grosor, y cocinarla al fuego. Este truco funciona muy bien para aves que tienen que ser desplumadas. Cuando el barro se haya secado, la comida estará cocida. Al romper el barro, las plumas se caen con él. Los huevos de ave también se cocinan así. Si la carne es de una presa grande, primero envuélvela en hojas para evitar que se ensucie.
Un truco muy de infancia es hacer un horno de batatas. Construye un horno con bloques de barro y enciende el fuego hasta que los bloques estén calientes. Luego, pon la comida adentro (los tubérculos se pueden poner directamente, pero la carne necesita un poco de procesamiento). Cierra el horno con los bloques y cubre todo con tierra seca. Después de una hora, desentierra la tierra y las cenizas, ¡y listo!
El horno de batatas no es la mejor forma de cocinar en la naturaleza, pero es una actividad divertida. Si no tienes suficiente combustible, mejor olvídalo.
En la naturaleza, rara vez se cocina al vapor porque no hay vaporeras. Cocinar al vapor en una lonchera de metal no es nada práctico. Sin embargo, si tienes bambú, la cosa cambia. El bambú le da un toque especial, y su fragancia puede cubrir el olor peculiar de la comida, dándole un sabor único.
Corta un pedazo de bambú, hazle un pequeño agujero y ponle agua. Coloca algunas piedras en las uniones del bambú, agrega la comida, tapa la abertura con hierba (sin apretarla demasiado) y ponlo sobre el fuego. Muy pronto, olerás una fragancia deliciosa.
Maceta de bambú
Si haces un pequeño ajuste en el tubo de bambú, tendrás tu propio arroz en bambú. Perfora bien una sección de bambú, ponle agua y comida, tapa la abertura con hierba, y cocínala inclinada sobre el fuego. La comida mezclada con el aroma del bambú te abrirá el apetito.

Pero ten cuidado de no quemar el tubo de bambú. Puedes agregar agua si es necesario mientras cocinas. ¡El caldo cocido en el tubo de bambú es buenísimo!
Los mariscos generalmente se pueden asar directamente sobre el fuego; sus conchas actúan como ollas naturales. Las conchas de las almejas de agua dulce son más delgadas y se pueden quemar con facilidad si las pones al fuego directo; mejor usa fuego de carbón para cocinarlas lentamente. Las conchas de las ostras marinas son mucho más gruesas y no se queman tan fácil. Los mariscos pueden estar infectados con parásitos, así que asegúrate de cocinarlos bien antes de comerlos. Si estás cocinando cantidades pequeñas, una olla de conchas es lo más práctico.
Si alguna vez pierdes tu lonchera de metal y no quieres pasar hambre, además de los métodos que ya te mencioné, hay otras formas de cocinar sin olla. Claro, cuando ya estés cansado de la comida cocinada en olla, te recomiendo variar un poco y darle un toque divertido a tu comida. Créeme, ¡cocinar al aire libre es muy chido!
Si divides el tubo de bambú por la mitad, tendrás dos macetas. Solo un consejo: no quemes tu "olla". El plátano silvestre también es perfecto para hacer guisos. Corta un buen trozo de su tallo y, con un cuchillo y un palo, podrás convertirlo en una olla que puedes poner directo al fuego.

Si tienes mala suerte y no encuentras bambú grande, pero sí bambú parecido a los tallos de cáñamo, puede ser más difícil usarlo como maceta. Pero no te preocupes. Corta el bambú y átalo de tal forma que se parezca a una balsa, ¡y tendrás una parrilla de bambú bastante chida! Si te aburriste, corta un bambú grande en rodajas y haz una parrilla con esas piezas. ¡La comida sabe mucho mejor así!
De manera similar, los tallos de limoncillo y bambú se usan bastante para hacer barbacoas en la naturaleza, pero primero hay que quitarle las espinas. Puedes raspar las rebabas con un cuchillo o, si prefieres, quemarlas un poquito sobre el fuego. Si no encuentras bambú ni paja, prueba hacer una "quema de palos" con ramas que no huelan. Antes de quemarlas, pela la corteza, pon la rama en el fuego, y huele. Si huele mal, no la uses. Si huele bien, ¡ya está!
Las piedras al rojo vivo también sirven de maravilla para hacer ollas. Aunque la pizarra es difícil de encontrar, hay muchas piedras con superficies planas. Lo mejor son las piedritas, de unos 30 a 40 cm de diámetro. Estas piedritas actúan como una excelente "maceta".
Coloca las piedras al fuego, y podrás "freír" la comida sobre ellas. Eso sí, ten cuidado de elegir las piedras adecuadas. Las piedras huecas o porosas, o las que han estado mucho tiempo sumergidas en agua, pueden explotar si las tuestas muy rápido.
No tires las tapas de las latas a la basura. La tapa de la lata también puede servir como olla. Eso sí, ten mucho cuidado de no agarrar las tapas calientes con las manos, ¡porque te vas a quemar!
Como ves, cocinar en la naturaleza no tiene que ser complicado ni aburrido. Con un poco de creatividad y aprovechando los recursos naturales como el bambú, las piedras calientes o incluso las tapas de latas, puedes preparar platillos sencillos pero muy sabrosos. La clave es adaptarse a las circunstancias y disfrutar del proceso, ya sea asando, guisando o cocinando al vapor. Así que la próxima vez que salgas a la naturaleza, no olvides que tu cocina está justo frente a ti, solo necesitas saber cómo usarla. ¡Que tu próxima comida al aire libre sea una experiencia memorable!